miércoles, 9 de abril de 2008

Volando entre sueños

"¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son"

¿Quién no recuerda esta frase en boca de Segismundo imaginada en la maravillosa mente del escritor Calderón de la Barca? Así demostraba este dramaturgo su opinión.

Pero muchos otros grandes escritores y poetas opinaron al respecto y de muy variadas formas.

William Shakespeare nos quiso alentar a los sueños y de su mano nacieron grandes versos, prosas y argumentos como los siguientes:

"Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto"

"Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños"

Ramón de Campoamor encontró el equilibrio expresándolo así:

"No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo qué sería?"

Pero de un gran soñador por excelencia salió la belleza descrita en estas palabras:

"Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche"
Edgar Allan Poe


Pero esto no es más que una introducción para la película de animación que quiero recordar hoy. Película que quedó grabada en mi memoria para siempre desde muy pequeña. Película que vi muchas veces sin fatiga (en una cinta de VHS estropeada, grabada de Telemadrid cuando apenas un anuncio te distraía del argumento). Una película que me hizo soñar e imaginar. Que marcó mis pasiones posteriores. De gran belleza y emoción. Con una banda sonora incomparable que te transporta hacia mundos imaginarios que sólo podemos pintar en nuestras mentes y jamás podremos vivir. Las historias de unos sueños solamente concebibles en el mundo de nuestros deseos. Mundos soñados que pueden ser tan vívidos como nosotros queramos que sean y que más allá de hacernos perder el contacto con la realidad nos permiten manipularla, engrandecerla a nuestro antojo y hacerla evolucionar.

El Vuelo de los Dragones




En un reino más allá de la realidad, donde la magia comienza a desfallecer y apagarse, sólo un habitante de una era donde los magos, damas y dragones ya no tienen cabida en nuestro ingenio, será el único elegido capaz de salvarles del terror del malvado hermano mágico, el cuarto hermano Mago Rojo Ommadon. Peter Dickinson, de fría mente lógica tendrá que anteponer su ciencia a la gran pasión que siempre tuvo por mundos mágicos e imaginarios para poder salvarles de una desaparición rápida, mientras la lenta destrucción del raciocinio les anega en el olvido.

Una historia conmovedora, emocionante y triste a la vez. Un mundo destinado a desaparecer frente a la ciencia y la tecnología. Espectacular clásico del cine fantástico estrenado en un gran año, 1982 (no podía haber nacido en mejor año para impactarme tanto).

Para todo aquel que sueñe, que divage, que imagine, en fin... que viva; les recomiendo la sensación de nostalgia que evoca el volverla a ver. Creo que muy difícilmente lograrán equiparar las sensaciones tan profundas que produjo esta película en muchísima gente que tuvo la oportunidad de verla. Para mí, al menos, es y será siempre la mejor obra fantástica que existe y existirá dentro de la humildad, la simpleza y la sencillez de los medios de la época.

Para el que no le importe recordarlo, con el final os dejo. De los pocos finales que logran saltarme unas lágrimas, supongo que más por el recuerdo de infancia que me provocan que por su propia emotividad. Espero que si la veis, y podéis verla con ojos de niño y soñar, disfrutéis tanto como yo de cada escena y de la profundidad del argumento.


No hay comentarios: