martes, 11 de noviembre de 2008

¿Ángel o Demonio?

Hace ya un par de semanas, posiblemente ya casi pueda hablar de meses escuché una frase que me dejó, como quien dice, "flasheada" tal vez por la gran verdad que reflejaba. No recuerdo a razón de qué se dijo pero era algo así como:

"Cuidado con tus amigos que tus enemigos ya sabes que lo son"

Y es que el peor ataque es el de quien se ha ganado tu confianza.

El demonio no es un monstruo rojo, con cuernos y cola fácil de distinguir entre mil seres. La verdadera imagen del demonio lleva traje, camisa y corbata, habla muy correctamente, tiene amigos y es idolatrado por todos.

No es un gusano tonto que devora la pata de una silla dando pie a que te des cuenta cuando aún tiene solución. El demonio no genera trastornos, provoca verdaderos problemas. Es el gusano que delicada y sutilmente va atacando la silla desde el interior y en puntos estratégicos, carcomiéndola en su totalidad y no sólo en una parte pero manteniéndola aparentemente intacta; sin ser visto, hasta que el destrozo causado es tan grande que cuando llega a ver la luz ya es demasiado tarde para arreglar la silla que caerá destrozada hecha pedazos, en mínimas virutas irreparables. Es el gusano que también sabe frenar su ataque si se da cuenta que puede ser detectado. Que tiene paciencia en pos del objetivo y no actúa desesperada ni irracionalmente.

Quién no está harto de escuchar frases como "¡No lo esperábamos de él! ¡Parecía tan buena persona!" y un gran etcétera del estilo. Una y otra y otra vez. Pero si nos paramos a analizar, esta situación no debiera sorprender.

A quienes ves venir de lejos, podrán hacer daño, pero nunca serán fuente de grandes maltratos porque generarás una respuesta casi inmediata y habrás construido recursos para defenderte, tal vez incluso antes de producirse el problema serás capaz de atajarlo sin dejarle obrar. Será tu enemigo y por tanto el muro de protección ya estará levantado.
Más peligroso es quien no vemos venir, pues actúa desde la sombra de protección de su carisma, nutriéndose de quienes le rodean pero con un objetivo claro y razonado en su mundo interior, mundo interior con un detalle importante en el carácter: la falta de conciencia ante el sufrimiento ajeno a causa de sus acciones. Lo que le lleva a justificar actos que con un mínimo de sensibilidad se consideran atroces y destructivos. Sensibilidad de la que carece, una carencia que le provocará envidia oculta, subconsciente, desconocida provocándole el interés de destruir a quienes poseen esa virtud y denigrará toda emoción considerándola debilidad, por la rabia de no ser capaz de sentir lo mismo que sienten los demás.

Y para el resto, sólo quedará decepción.

Ante estos "demonios" sólo queda una solución. Su maldad es intrínseca a su personalidad, no tienen capacidad de cambio. Sólo puedes pasar de ser madera para convertirte en auténtico metal, indestructible, metal que permanece en pie.


"Despreciar a otros que nos superan es el arte más vil de todos;
pero uno de los más seguros para acreditarse entre espíritus plebeyos."
Benito Jerónimo (Ensayista, sabio español del siglo XVIII)

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