Así cantábamos por las calles valencianas una y otra vez con nuestro pañuelito al cuello hace tres años cuando acudimos a dejar nuestra huella por aquellas tierras horchateras (y no porque tengan horchata en las venas, que por su sangre, como todos saben, corre zumo de naranja). Y qué mejor momento para recordarlo que... ahora. En plena festividad fallera.
Todo comenzaba con una pequeña salida nocturna por Cullera y, personalmente lo que mejor recuerdo es lo enfermísimos que eran los culleranos (o como quiera que se llamen). Lo mejor de la noche, el bañito en esta playa que al día siguiente se despertaría calmada sin saber que cuatro colga`os invadieron su tranquilidad en la noche. Allí nos bañamos si mal no recuerdo Diana, Kiko, Txurry y yo, como a las 4 de la noche y... ¡qué fría estaba el agua, dios! ¡pa` cogerse un resfria`o! Menos mal que nos hizo un fin de semana de lujo.
Tras el cacho desayuno en el hotel cogeríamos un tren que poco a poco se iba llenando y llenando y llenando a cada parada hasta que estuvimos a punto de perder entre la marabunta a alguno de los colegas desmaya`o por el aire (o por la falta de él más bien).
Maravillosas las fallas, la arquitectura valenciana y...
...de lo que más impresionaría, la Virgen de los Desamparados echa con flores, de una altura insuperable..., asombrosa; y las fallas visitables por dentro, con recorrido en su interior a 2 euros la entrada (en España se hace negocio hasta del material a calcinar).
Y después del día, de la mascletá, del arrocito y del calor, llegaría la noche con sus casetas y su fiesta y su locura. A la espera de la quema recorrimos varios bares hasta encontrar aquel que haríamos nuestro (por ser el único que tenía mesa para todos nosotros, básicamente).
Entre Ribeiro y Ribeiro y Ribeiro, entre juego y juego y juego; no sé a quién se le ocurrió cantarle a la Fernanda el cumpleaños feliz, eso sí, 4 meses antes de su fecha, y de esta forma comenzó el cachondeo con los camareros que ya nos tenían fichados y vinieron a unirse a nuestra fiesta vacilando por un lado, dudando de la veracidad del cumpleaños (y bien que hacían) pero terminando por invitarnos a más Ribeiro y a una tartita de Santiago a la que sólo le faltó la vela, para terminar de cubrir la tontería.
Y bajo el frío de la noche comenzó la famosísima Cremá que ocultaría la noche con volutas de humo blanco.
Aún recuerdo a Txurry cuando un policía le echó la bronca por un petardito de nada (todo el mundo poniendo petardazos y el probe se come un marrón por un momentito de felicidad infantil jajaja).
Y acabaron los incendios y nuestros pies nos dirigieron hasta las más famosas discotecas. Nuestros pies nos dirigieron pero nuestras sucias zapatillas nos impidieron el paso. Porque estos valencianines son un poco pijines, y en una fiesta donde todo el mundo lleva la peor indumentaria, se dedicen a no dejar pasar en ningún lado si no llevas zapatitos. Así que todo el conglomerado de zarrapastrosos nos reuniríamos en el único pub abierto a todo tipo de personas y personajes de lo más variopinto. Lo que viene a significar que en el pub no entraba ni el filo de una aguja.
Pero claro, el día siguiente (o más bien el mismo día) no era para dormir precisamente, era para aprovecharlo.
Así que, con buen pie y una marcha inusual para lo poco que dormimos (acostumbrados nuestros cuerpos a pasar semanas enteras de campamento y de vacaciones a base de dormir una media de 3 horas) nos dirijimos en busca de algo que visitar y nos encontramos con unas lindas rutas y unos lindos miradores; que nos abrirían el apetito para la pedazo de paella que estaba por llegar.
De la cual no dejamos ni las ronchas que se pegan al recipiente (esa parte quemadita, deliciosa, maravillosa, riquísima, sabrosa...babas, babas).
Lástima que no tengo fotos del viejillo que se acercó a vendernos... ¿qué era aquéllo? ¿Campanillas? ¡Menudo personaje!
¡¡¡Valenciaaaaa, es la tierra de las flores de la luz y del amoooooorrr,
Valencia, sus mujeres todas tienen de las rosas el colooooorrr...!!! Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario