martes, 17 de junio de 2008

Fábulas en la red I

La Tortuga, el Gato y la Pantera (Capítulo 1º)

Aquélla mañana la Tortuga, que recién cumplía trece años, volvía de estar días enteros de fiesta. Muy precoz para hacer fiestas diréis, pero ya se sabe que las tortugas son unas juerguistas; lentas, pero juerguistas. En el bosque bien conocen su capacidad para estar 112 horas seguidas sin parar ni fatigarse, pues viven en modo ahorro de energía.

Era pronto por la mañana y muchos animales comenzaban a desayunar o se veían envueltos en sus tareas. Muy cansada ya y con ganas de llegar a la cama, caminaba lentamente (más de lo usual) cuando vio cómo en la terraza de un bar estaban el Gato y la Pantera tomando el desayuno (deliciosas napolitanas de chocolate con un zumo de naranja y algunos macaron) y conversando, pues ésta era una de sus más grandes pasiones.

La Tortuga, que escuchó la palabra mágica, aún estando fatigada decidió pararse a descansar aprovechando que había cerca una roca bajo la sombra de un sauce. Y entre bostezo y bostezo, escuchaba la conversación.

Gato: … Si tienes ganas de caza vente para las ferias.

Pantera: ¿Qué se vende?

Gato: Carne

Pantera: Sí, eso seguro.

Gato: E hidromiel.

Pantera: También seguro.

Gato: Por cierto, excepto el tigre ¿qué sosos todos?

Pantera: ¿Quiénes? ¿Qué pasa?

Gato: Mira lo que me ha enseñado el elefante. (El gato desplegó todo un pergamino delante de la pantera y le mostró un texto que hablaba de los infernales Trolls).

Pantera: Jajaja.

Llegados a este punto la Tortuga se empezó a plantear qué hacía, con el sueño que tenía, escuchando a estos dos felinos hablar de tonterías que no comprendía. Sabía que la palabra “feria” le había atraído al principio pero…, ¿ahora? Intentó levantarse para marchar, tan lentamente que la conversación evolucionó y por alguna razón que nunca llegaría a comprender, sin saber qué la movió a ello, se sintió atraída por ésta y quiso escuchar sin molestar. Y así continuó:

Pantera (aún con el pergamino en la mano y señalando una frase): Lo de dar datos como si fuesen fidedignos se lleva usando toda la vida. Es un tipo de falacia, no me acuerdo cuál.

Gato: Está muy bien el artículo.

Pantera: Mira, justo el otro día hablé con el Zorro porq…

El Gato la interrumpió: ¿Con el Zorro? ¿Por qué hablaste con el Zorro?

Pantera: Es lo que te iba a decir cuando me has interrumpido. Pues porque no paraba de obstruirme el paso cada vez que acechaba a mi presa, ahuyentándome la caza con sus argucias y palabrería, y sin alimento ya sabes que no se puede vivir, así que le cogí por banda en un despiste y justo le dije algo parecido, le dije que utilizaba demasiado esa técnica. Ya sabes, aseverar con mucha seguridad tus argumentos, que no tienen porqué ser ciertos, pero al decirlos tan seguros parece que los has sacado de un contexto fiable. Los Animales se lo creen. A lo que se añade la técnica de dejar mal si preguntas si es verdad; que, desgraciadamente, funciona.

El Gato seguía escuchando atentamente mientras saboreaba sus deliciosos macaron.

Pantera: Es terrible esa técnica para el que está del lado contrario. El otro día me encontré con una liebre y una gacela, y apareció de repente el Zorro. Sin ningún escrúpulo ni razón comprensible me hizo quedar como una Pantera tonta, delante de mi presa y de algún insecto que pasaba por allí. Y como los Animales no saben reconocer las falacias, encima le rieron la gracia al Zorro. Es terrible.

Gato: Bueno, al menos ya puedes cazar a gusto.

Pantera: Bah, no se acordará ¿tú crees que escuchó algo de lo que le dije? Verás tú como vuelve a las andadas en poco tiempo. Yo ya no puedo hacer nada, del Zorro depende parar sus travesuras y ten en cuenta le da igual, no pierde nada, lo que no entiendo es ¿qué gana? Me estoy quedando famélica.

Gato: Algo te había notado sí. Lo malo de los Zorros es que cuando se quedan sin argumentos o les pillas en alguno suyo, luego encima se enfadan.

Pantera: Enfadarse no, te dejan mal delante de el resto de la manada y te marginan. Punto. Te terminas cabreando tú y encima como te has cabreado te echan en cara que te has cabreado. Es un círculo vicioso.

Gato: Es que la gente suele tener el falso concepto de que el que duda sabe menos, pero yo me fío menos de las personas que aseguran saberlo todo.

Pantera: Ahí estamos, esa es otra de mis teorías. Por eso todos los Animales intentan decir la última palabra, porque también parece que el que habla el último tiene la razón. Por desgracia es lo que ve el resto de la Manada y con lo que se quedan: “ooohhh, la Jirafa se quedó en silencio”, por tanto (asociación rápida de ideas) “no tenía razón”. Es falso, pero es lo que le llega a los Animales. “La Cigüeña dudó” por tanto “no tenía razón”. ¿Para qué pararse a pensar si luego la idea era buena? No demostró seguridad ni carisma y por eso no tenía la razón. El carisma vende más que las ideas. Es así. Y los técnicos en publicidad animal lo saben.

Gato: Sólo convencen a los necios.

Pantera: Pero es que el Bosque entero es necio. Y jamás olvidemos que somos Animales simples y manipulables. No nos libramos ninguno. Ni el Delfín. Y la forma de poder evitarlo es justamente reconocerlo. El que no reconoce que se le puede manipular precisamente suele ser el más modificable porque si no ves el problema no desarrollas armas y estrategias contra ello. Por cierto ¡cómo me está gustando la conversación de hoy! Deben ser las napolitanas que están deliciosas y el sol de la mañana.

Gato (ignorando la última parte): Excepto el que manipula a los demás. Jua!, la verdad es que los Animales son muy tristes y tienes razón en eso de que depende mucho de quién diga una cosa u otra. Eso se llama argumento de autoridad, por eso el recurso fácil de citar a un hombre sabio, que puede estar igualmente equivocado.

Pantera: Cierto. Es verdad que tiene nombre todo esto. Un día estuve leyendo sobre los tipos y errores de argumentos y todas las falacias. Pero se me olvidan. ¡Hay millones! Y son difíciles de detectar.


En ese momento nuestra abandonada Tortuga que escuchaba somnolienta pero atenta recibió un mensaje del Bichomóvil. ¡Qué lindo! Era la señorita Caracol que aún continuaba en la fiesta, con la que llevaba saliendo desde hace un par de días, para decirle buenas noches. ¡Cosas de la edad! Ella era la única que sabía seguirle el ritmo a la tortuga. Leyó el mensaje, sonrió, esto le hizo despertarse un poco, y continuó escuchando.

Continuará...

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